Una tradición que comenzó hace miles de años en China cambió radicalmente muchos aspectos de la vida en Japón. El shodō mezcla escritura, religión y arte para convertirse en una de las disciplinas más respetadas a lo largo de la historia.
El camino de la escritura
El shodō, en sus orígenes, proviene de la caligrafía china, pero en la actualidad se reconoce alrededor del mundo como un arte japonés. Aún así, sus raíces chinas son más importantes de lo que creerías. Sin ellas, no existiría el japonés como lo conocemos.
En un principio, el japonés era un idioma de tradición oral, y no tenían un sistema de escritura para plasmarlo. Esto cambió con la llegada del budismo a Japón en los siglos V y VI a.C. Aunque la religión en sí proviene de la India, llegó a Japón desde China, por lo que todos los sutras (los textos sagrados del budismo) estaban escritos en chino. Los nuevos monjes japoneses se dedicaron a transcribir los sutras, y así es como empezó el arte de la caligrafía en Japón. A su vez, se empezaron a utilizar los caracteres chinos para escribir el japonés, dando origen al kanji que conocemos hoy en día.
Más tarde, durante el periodo Heian (794-1185) se creó un estilo de escritura propio del japonés: el kana (hiragana y katakana). Este estilo resolvía los problemas fonéticos que existían al tratar de escribir el japonés con la escritura china. Así, los japoneses comenzaron a escribir con una mezcla entre los caracteres chinos, adaptados a sus necesidades, y el nuevo silabario kana. De esta manera se creó la escritura del japonés tal y como la conocemos.
Con la creación de este nuevo sistema de escritura, se creó también la diferenciación entre la caligrafía clásica con caracteres chinos, y la nueva caligrafía propia del japonés. Este nuevo estilo se conocía como wayō-shodō (和様書道), y se dice que fue creado por uno de los tres grandes maestros de shodō de la era Heian, Ono no Michikaze.
Los cuatro tesoros del shodō
Para la práctica de este tipo de caligrafía se necesitan algunas herramientas comunes en este tipo de arte. Son cuatro herramientas indispensables, conocidas como “los cuatro tesoros del estudio” (文房四宝・bunbō shihō). La primera es el fude (筆), el pincel. Pero no se trata de cualquier pincel. Es un pincel especial para tinta, tienen un mango de bambú y sus cerdas son naturales, es decir, utilizan pelo de animal. Las cerdas son de distintos tamaños y se acomodan de tal manera que el pincel sea puntiagudo, es de esta manera que se logran los trazos clásicos de esta caligrafía. Los pinceles varían en tamaño, desde muy pequeños y finos hasta pinceles grandes que logran trazos de mayor grosor. Para el shodō, lo más común es utilizar un pincel mediano. Si se utiliza de forma correcta, se podrán crear todo tipo de trazos, tanto gruesos como finos.
El segundo tesoro es el sumi (墨), la tinta. Tradicionalmente se ocupa una tinta en forma de barra que debe diluirse con agua para tener la consistencia necesaria para pintar. En la actualidad también se utiliza tinta líquida, pero se dice que con la tinta en barra se logra un color negro más profundo. El proceso de diluir la tinta se considera una de las formas de meditación en el budismo zen.

El tercer tesoro es el suzuri (硯), la piedra de tinta. Esta es la herramienta que se utiliza para diluir la tinta. En su interior se coloca un poco de agua, y a continuación se toma la tinta en barra y se refriega dentro del suzuri. Es parecido al proceso de machacar elementos con un mortero. Se debe ser muy paciente, y refregar por un largo tiempo para poder crear la tinta.
El último tesoro es el washi (和紙), el papel de arroz sobre el que se dibuja. Es un papel más grueso que el normal, por lo que soporta mejor la tinta.
Otras herramientas novedosas
Además de los cuatro tesoros esenciales para la práctica del zen, existen otras herramientas que ayudan a facilitar el proceso de escritura.
- Bunchin (文鎮): Es un pisapapeles, normalmente rectangular, que se coloca en la parte superior de la hoja para evitar que se mueva mientras se escribe.
- Rakkan (落款): Es el sello que el artista usa para firmar la obra. Pueden ser los caracteres del nombre del autor, su seudónimo o algún caracter que represente al artista. Es pequeño y cuadrado, y se entinta en color rojo.
- Shitajiki (下敷き): Es un tapete de color negro que se coloca debajo del papel. Su función es evitar que la tinta manche la superficie de trabajo, y además provee una superficie plana que hace más cómoda la escritura.
- Fudeoki (筆置き): Es un reposa pincel, para evitar manchar la mesa. La tinta utilizada para el shodō es muy dificil de limpiar.
- Mizusashi (水差し): Una pequeña jarra que contiene el agua utilizada para preparar la tinta.
- Fudemaki (筆巻き): Es una esterilla de bambú en la que se guardan los pinceles.
El shodō como expresión espiritual
El shodō no es solamente la práctica de la escritura, es un arte, por lo que requiere de esfuerzo, paciencia y constancia para poder perfeccionar la técnica. Y además de ser un arte, el shodō es una forma de meditación. Finalmente, es una disciplina multidimensional que representa de manera fiel los principios de la sociedad japonesa.
Debido a su origen, el shodō está estrechamente relacionado con el budismo, en especial con el budismo zen. El budismo zen es una rama del budismo que se originó en China, por lo que es la versión del budismo que eventualmente llegaría a Japón. El zen se enfoca en la meditación, lo que es una parte importante de la práctica del shodō.
En la antigüedad, los monjes budistas transcribían los sutras no solo para su difusión, sino también como un ejercicio de meditación. Esta es una práctica que aún sigue vigente en los templos budistas, pese a que ya no se necesita transcribir los sutras a mano.
La conciencia plena en el shodō
En general, cuando hablamos de meditación solemos pensar en la meditación sentada en posición de loto. En el caso del shodō y otras prácticas, se trata de un tipo de meditación de conciencia plena. La conciencia plena se trata de que, al momento de realizar una actividad, la persona se concentre tan solo en realizar la actividad. La mente se despeja de cualquier pensamiento que no se relacione con la actividad, en este caso el shodō.

La idea de la conciencia plena en el shodō es dejar que el pincel siga su propio camino. Se dice que se puede ver en los trazos si el calígrafo ha logrado o no despejar su mente, ya que de esta falta de foco nacen los errores.
Por la manera en que se realiza el shodō, no hay segundas oportunidades para poder corregir un error. La tinta no se puede borrar, y una vez terminado un trazo no se debe retocar, sino avanzar al siguiente. La manera de mejorar en el shodō está tanto en la práctica de los trazos como en la conciencia plena; dejar ir los errores y enfocarse en la escritura para mejorar los resultados.
Otra parte de la meditación se ve en el proceso de diluir la tinta. Este proceso no es rápido y no puede apurarse. Se debe trabajar con paciencia y cuidado para poder conseguir la tinta que se usará para cada obra, lo que en sí es su propia forma de conciencia plena. El shodō requiere de concentración de inicio a fin, en cada una de sus etapas.
Estilos de caligrafía japonesa
No hay solo una manera de practicar el shodō. Es más, existen diversos estilos, cada uno con su propio nivel de dificultad, tanto para los maestros como para los lectores.
El kaisho (楷書) es el primer estilo que se aprende al comenzar tu camino como estudiante de shodō. Se caracteriza por sus letras cuadradas y porque se debe levantar el pincel después de cada trazo. Gracias a esto, los kanji se pueden leer claramente y sin mayores dificultades (si sabes leer kanji, claro). Es algo así como la letra imprenta en nuestro alfabeto.
El gyōsho (行書) es un estilo más casual. Los kanji son más redondeados y algunos de los trazos se unen con otros. El pincel no se levanta después de cada trazo como en el kaisho. Su equivalente en nuestros estilos de escritura sería la letra manuscrita. Todos los japoneses son capaces de leer este estilo.
El último estilo es el más complicado: el sōsho (草書), también conocido como “escritura hierba”. En este, el pincel no se levanta ni al terminar un trazo ni al terminar un kanji. Es muy difícil de leer ya que los trazos se vuelven tan libres que a veces ni siquiera se parecen a su versión en kaisho. Se puede decir que es como la letra en cursiva.

Aparte de los tres estilos principales, existen otros que se han ido perdiendo con el tiempo y ahora se utilizan tan sólo en contextos específicos. Este es el caso del tensho (篆書), el cual solo se utiliza para escribir los sellos con los que se firman las obras de shodō. Es altamente estilizado y tiene sus propias versiones de cada letra o kanji.
Otro ejemplo es el reisho (隷書), el estilo utilizado por los escribanos. Muchos carteles antiguos están escritos en reisho. Es un estilo más tosco y tradicional, cuyo enfoque es la fácil comprensión de lo escrito.
Entre la tradición y la modernidad
El shodō es uno de los artes más antiguos de Japón, y su popularidad no ha disminuido para nada. En la actualidad, la caligrafía sigue siendo una de las artes más importantes en el país nipón, y ha sobrevivido sin mayores cambios. Pero, ¿cómo lo logra?
El shodō no es un arte prejuicioso o selectivo, cualquiera puede practicar el shodō si así lo desea. Con el paso del tiempo, su práctica se ha simplificado para ser amigable con los principiantes. No necesitas tener barras de tinta para el shodō, ya que existe también la tinta líquida. Otra opción son los fudepen, lápices de tinta con punta de pincel que permiten practicar tu caligrafía incluso sin tener todo el equipamiento tradicional.
Por otro lado, es muy fácil adentrarse en el mundo del shodō y aprender sus bases. Esto se debe a que la caligrafía es una asignatura obligatoria en las escuelas japonesas. Los niños aprenden caligrafía desde pequeños, y si quieren seguir aprendiendo y practicando, tienen muchas opciones, como escuelas de caligrafía o clubes escolares. El shodō está entrelazado con la cultura japonesa, incluso en un aspecto tan cotidiano y universal como es la escuela primaria.
El “dō” de shodō
El kanji de shodō es 書道, y se compone de 2 partes: sho (書), el kanji de escritura, y dō (道), el kanji de camino. Por lo tanto, la traducción literal de shodō es “El camino de la escritura”, pero, ¿qué significa eso?
Dō es un concepto japonés que se utiliza para referirse al camino infinito del aprendiz, tanto del arte como de las enseñanzas budistas. El dō son una serie de reglas y enseñanzas que se siguen para mejorarse a sí mismo y para estar más conectado contigo mismo y con el mundo. Es una forma de disciplina que los japoneses aman. Nunca termina, ya que siempre puedes aprender más y ser mejor. Incluso los maestros no lo saben todo.
El dō es una doctrina importante en Japón y forma parte de la cultura por la que se les admira. Es el deseo de aprender, no para llegar al final del camino y dominar lo aprendido, sino por la experiencia de aprender.
Esta doctrina está presente en distintos tipos de artes japonesas, como por ejemplo, la ceremonia del té (chadō, 茶道) y el ikebana, el arte de los arreglos florales (también conocido como kadō, 華道). Además, es una parte importante de las artes marciales. ¿Alguna vez has notado que las artes marciales japonesas suelen terminar en dō? Piensa en el judo, el kendō, el kyūdō o el karate (… dō, su nombre completo es karatedō).
En fin, para los japoneses, el camino es definitivamente más importante que el final, y para lograr que el camino valga la pena, se esfuerzan al máximo en la práctica de disciplinas como el shodō. ¿Te animas a probarlo?



