Wabi-sabi: el arte japonés de aceptar lo imperfecto

04/27/2025

La cultura japonesa es rica en valores y estéticas que nos animan a apreciar la vida cotidiana tal y como es. Aplicar estas ideas tradicionales en nuestro día a día nos ayuda a valorar las pequeñas cosas, aquellas que solemos pasar por alto. Entre estos conceptos se encuentra el término wabi-sabi (侘び寂び), el cual se centra en la aceptación de la fugacidad y las imperfecciones.

Esta palabra se compone de 2 partes: 侘び, el wabi, que se refiere al gusto por las cosas simples y lo tranquilo, y 寂び, el sabi, que significa “pátina”, la capa de barniz oscuro que se forma en el bronce desgastado, y representa la belleza rústica que aparece con el pasar de los años. En conjunto, representan la aceptación y la apreciación de la belleza defectuosa. En palabras de Richard Powell, «El wabi-sabi nutre todo lo que es auténtico al reconocer tres realidades simples: nada dura, nada está terminado y nada es perfecto».

La idea detrás de la estética wabi-sabi es la apreciación de la naturaleza en su estado más puro e imperfecto. Es por eso que se valoran la asimetría, la rudeza, la simplicidad, la economía, la austeridad, la modestia y la intimidad. El wabi-sabi se inspira en un estilo de vida más simple y alejado del ritmo acelerado de las grandes ciudades.

Wabi-cha y las casas de té

El wabi-sabi se ve representado dentro de la cultura japonesa en distintos aspectos. El más importante y en el que más se aprecia es en la estética de la ceremonia del té. Desde los instrumentos utilizados hasta las casas de té. 

En la antigüedad, los japoneses utilizaban sets de té provenientes de China, hechos de oro, jade y porcelana. Pero en el periodo Muromachi (1336-1573), el sacerdote zen Murata Jukō decidió apegarse a los principios del wabi-sabi y cambió los implementos chinos por las versiones japonesas que se utilizan hasta el día de hoy, hechos de madera y arcilla. Se abandonaron las ideas de perfección y grandeza asociadas a los sets chinos y se comenzó a apreciar la belleza rústica e imperfecta de los nuevos sets japoneses. Estos nuevos implementos eran mucho más simples que los utilizados antiguamente.

Las casas de té también se apegan a la estética gracias al famoso maestro de té Sen no Rikyuu. Este gran maestro introdujo el concepto de wabi-cha, su propio concepto de ceremonia del té que se caracterizó por su simpleza y por su carencia de extravagancia. Un gran ejemplo de wabi-cha es la casa de té Tai-an, diseñada por Sen no Rikyuu cuando fue el maestro de té personal del shogun Toyotomi Hideyoshi. Esta casa se construyó en un periodo de guerra, por lo que se ubicaba en medio del campo de batalla. Se considera la casa de té más pequeña que existe. 

Una casa de té para dos

En general, las casas de té se miden en tatamis, las alfombras de paja de arroz tejida que se usan en el piso de los hogares japoneses. Una casa de té estándar mide 4.5 tatamis (7 metros cuadrados) mientras que la casa de té de Tai-an mide 2 tatamis (3,6 metros cuadrados). Pero, ¿por qué era tan pequeña? Se dice que un tatami es de la medida perfecta para que quepa una persona, por lo tanto, con dos tatamis, se aseguraba que tanto el maestro de té como el shogun pudieran entrar a la habitación, pero no estarían muy cómodos. Se cree que Sen no Rikyuu eligió esta medida para recordarle a Toyotomi la humildad y la simpleza del wabi-cha. 

Como dato curioso, la casa de té de Tai-an se movió al templo de Myoki-an, en Yamazaki, Kyoto, y se puede visitar. Además, se le considera un tesoro nacional japonés, ya que es la única casa de té cuyo diseño se le atribuye al gran maestro del té, Sen no Rikyuu.

Fotografía de la casa de té Tai-an, diseñada por el maestro Sen no Rikyuu para representar el wabi-sabi.
La casa de té de Tai-an es la más pequeña del mundo

El wabi-sabi en la naturaleza

El wabi-sabi presente en las casas de té no se limita solo a sus interiores o a los instrumentos utilizados. Por fuera, están rodeadas de jardines conocidos como roji. Los jardines de las casas de té se mantienen de la forma más natural posible, de tal manera que representen la estética wabi-sabi en su máxima expresión. Muchos poseen caminos de rocas naturales que llevan a la entrada de la casa, y tienen linternas para iluminar. El wabi se ve en toda la naturaleza salvaje; las plantas y las rocas que forman parte de estos jardines son 100% naturales de la zona. Tienen un mínimo de intervención humana para crear los caminos a seguir para no estropear el paisaje.

Fotografía del jardín de una casa de té.
Un roji representa la belleza de la naturaleza en bruto

Por otro lado, si bien se intenta evitar los daños al jardín, el deterioro natural de las cosas no se interrumpe, así siguiendo los ideales del sabi. La idea es que la caminata por los senderos rústicos logren que los asistentes a la ceremonia del té cambien su mentalidad al wabi-sabi desde antes de empezar la ceremonia. 

Otro aspecto reconocido de la cultura japonesa en el que se puede observar la estética wabi-sabi son los jardines zen, también conocidos como jardines secos o karesansui (jardín de rocas). Su atractivo proviene del wabi, su belleza natural, creada con cuidado y paciencia por los jardineros. Pero el sabi también es bienvenido y apreciado. Los jardines zen no dejan de ser hermosos al verse afectados por el paso del tiempo, más bien esto añade a su belleza atemporal.

¿De dónde viene el wabi-sabi?

Los principios del wabi-sabi provienen de distintas corrientes religiosas que los japoneses adaptaron a su cultura.

La principal inspiración del wabi-sabi proviene del budismo zen. El budismo en general fomenta la búsqueda de la paz, la armonía, la tranquilidad y el equilibrio. La rama del budismo zen, además, se enfoca en los aspectos más crudos y humildes de la realidad. Cuando el budismo zen llegó a Japón, trajo consigo estos ideales que darían pie a la creación del concepto de wabi-sabi.

Siempre vuelve a la ceremonia del té

Desde sus orígenes, el wabi-sabi ha estado ligado estrechamente a la ceremonia del té. Murata Juko fue una de las figuras más importantes para las bases de este concepto gracias a los 4 elementos que introdujo a su ceremonía del té. Kin, referente a un respeto ceremonial; kei, el respeto por el té en sí; sei, la pureza del cuerpo y el espíritu, y ji, liberarse de los deseos e impulsos básicos. Estos ideales llegarían a representar la belleza simple del wabi y la apreciación de la impermanencia del sabi. 

Otra característica del budismo que se refleja en el wabi-sabi son las enseñanzas de las tres marcas de existencia: la impermanencia, el sufrimiento y la ausencia de naturaleza propia. Es relevante mencionar que en un principio el wabi-sabi era un concepto más deprimente que evocaba soledad y desconsuelo. El wabi-sabi se trataba de las partes difíciles de la vida y como solo podíamos aceptarlas y seguir adelante. Se relacionaba con el estilo de vida de los campesinos japoneses, y es por eso que su estética prefiere lo rústico por sobre lo prolijo. Luego de que la realeza adoptara el concepto, su significado dejó de ser tan pesimista y pasó a tener una nueva perspectiva de apreciación por lo cotidiano.

La aceptación de las cosas como son solía ser una aceptación resignada, pero con este nuevo enfoque se comenzó a admirar y apreciar lo que no se podía cambiar. Antes, una taza salpicada se aceptaba porque no quedaba de otra, pero, ¿ahora? Ahora la taza salpicada es invaluable, pues esta salpicadura representa que ha sido usada incontables veces a lo largo de los años, al punto de que ya no está nueva y perfecta. Representa su historia.

Desde China a Japón

Muchas de las ideas asociadas al wabi-sabi en realidad tienen su origen en China, muchos años antes de que el concepto llegara a Japón.

El budismo zen, la doctrina a la que se le atribuyen los ideales de humildad, simpleza y aceptación típicos del wabi-sabi, llegó a Japón desde China. Esta rama del budismo nace de la fusión entre el budismo mahāyāna, de origen Indio, y el taoísmo, una doctrina china. De hecho, el concepto de wabi-sabi en sí se originó en China durante la dinastía Song (960-1279). Proviene del taoísmo y se refiere a la idea de apreciar lo bello a través de la austeridad y la modestia. 

Así, la gran mayoría de las ideas que dieron origen a esta estética son ideales chinos que los japoneses adoptaron y volvieron propios. 

Wabi-sabi en la vida cotidiana

Si bien el wabi-sabi se relaciona con la estética japonesa, sus valores se pueden aplicar en el día a día para cambiar nuestra perspectiva de la vida. 

En el mundo moderno, muchas veces asociamos la felicidad con la perfección. El wabi-sabi nos enseña que podemos ser felices y apreciar las cosas sin la necesidad de que sean perfectas. Nos incita a valorar las tazas salpicadas, los jardines llenos de flores completamente distintas, los senderos desgastados porque los hemos caminado tantas veces. Todas estas cosas las encontramos en nuestra vida cotidiana más seguido que la perfección, por lo que deberíamos aprender a apreciarlas y asociarlas a nuestra felicidad.

El ritmo acelerado de la vida moderna nos hace pensar que el paso del tiempo es algo negativo: las cosas viejas no tienen valor y debemos deshacernos de ellas. En cambio, el sabi nos presenta la idea contraria. Lo antiguo, pese al deterioro y desgaste que pueda tener, es igual de valioso que algo nuevo. Sus desperfectos demuestran que tienen historia, lo que le da su propio encanto. Incluso si el deterioro llega a ser mucho, siempre se pueden reparar.

Un buen ejemplo de esto es el arte japonés del kintsugi, reparar objetos de cerámica con oro. En Japón, cuando se rompe un plato o taza de cerámica, no se desecha de inmediato. En cambio, se usa la técnica del kintsugi para repararlo. Para esto se recogen los trozos y se pegan tal y como estaban antes con una mezcla de barniz de resina con polvo de oro. De esta manera se aprecian las fracturas del objeto; tal vez ya no sea perfecto como lo era antes, pero es más hermoso gracias a ello.

Un bowl de cerámica reparado con kintsugi.
El kintsugi hace que las fracturas sean bellas

Los lugares más wabi-sabi para visitar en Japón

Por más que lo intentemos, es difícil definir wabi-sabi. Es un concepto bastante abstracto, por lo que la manera más fácil de comprenderlo realmente es experimentarlo. 

Los mejores lugares para sentir wabi-sabi son los templos y santuarios. Sin importar si son templos y santuarios shinto o budistas, estas construcciones son antiguas, por lo que el paso de los años es visible. Pero esos detalles no son imperfecciones; más bien, ahí es donde se encuentra su belleza. Cada signo de deterioro representa su historia, que es una parte importante de por qué son sitios turísticos tan famosos. 

Toori de un templo que representa la estética wabi-sabi.
El paso de los años se aprecia en los templos y santuarios

La belleza de los jardines zen

Los jardines zen también son un lugar que debes visitar si quieres sentir el wabi-sabi. Muchas veces estos jardines son tan antiguos como los templos en los que se encuentran. Si vas a visitar un templo, es probable que también puedas visitar su jardín zen. Aunque su apariencia externa puede parecer perfecta debido a la intervención humana que les dio forma, la realidad es que los materiales utilizados en ellos son naturales de la zona. Además, al llevar años en la misma posición, es común que las rocas tengan musgo u otros signos del paso del tiempo. Tal y como pasa con los templos, el paso del tiempo solo los vuelve más valiosos. 

Jardín zen del templo Ryoan-ji, ubicado en Kioto.
El jardín zen del templo de Ryoan-ji

Y por supuesto que la mayor expresión del wabi-sabi es la ceremonia del té. La experiencia de caminar por el roji antes de entrar a la casa de té, seguido de la ceremonia en la que la constante es estar conscientes del proceso para poder apreciar el té en su máximo esplendor es definitivamente la experiencia wabi-sabi auténtica. 

Pero el wabi-sabi no tiene por qué quedarse solo en Japón. Siempre podemos apreciar la vida cotidiana con todas sus imperfecciones, pues en ella podemos encontrar la felicidad. O como diríamos en este lado del mundo, siempre podemos romantizar lo mundano. 

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